La música del tango expresa fuertes emociones subrayadas por la belleza visual del baile, que posee varias posibilidades de ejecución. Baile que puede ser coreográfico o improvisado: en el primero de los casos, los bailarines -casi siempre profesionales- danzan con el propósito de
crear un espectáculo, intentan atraer la atención del público presentando combinaciones de pasos preparados y de series coreográficas de elementos, cambiando el sentimiento por la plástica, preocupándose por conseguir una escenografía y unos efectos visuales, aunque ello suponga la perdida de su esencia. En el segundo ejemplo de los dados, la pareja improvisa los pasos para transmitir lo que es el verdadero espíritu del tango, o sea, la seducción.
Parte fundamental del tango es la pareja que constituye una unidad básica e indivisible, en la que la mujer tiene que seducir y el hombre conducir. El hombre cobija y sostiene a la mujer decidiendo cuándo, dónde y con qué velocidad generar los movimientos, mientras ella, que se encuentra en una posición de dependencia, se desenvuelve en todo el baile bajo el amparo de él. Pero a la vez la mujer tiene una tarea no menos importante porque debe acompañar la propuesta de su compañero y practicar con él un juego de seducción. Esta original relación es la base del tango. Es una comunicación fluida y unívoca entre quienes conforman la pareja, lo que permite la realización de las variantes del tango.
Enrique Santos Discépolo dijo que “El tango es un sentimiento triste que se baila” y si bien es cierto que en muchas ocasiones no es tan triste no lo es menos que siempre es un “sentimiento”. Los bailarines deben saber trasmitir ese sentimiento, dejándose llevar por la melodía, envolviéndose con la música en cada compás, abstrayéndose de todo cuanto les rodea, de manera tal que durante los tres minutos que dura un tango solamente exista la fusión de la pareja convirtiéndose en una sola unidad con la música.
La mujer desde su posición debe saber utilizar todos sus recursos femeninos para dar a esta danza su toque sensual ya que, aunque es el hombre quien conduce, es la mujer la que realmente luce en ella. A través del ritmo y el compás, del abrazo y la expresión corporal, debe conseguirse el convertir al baile en una explosión de sentimientos que harán que cada tango sea único y especial.
Para disfrutar plenamente de esta danza los bailarines no deben preocuparse de la ejecución de pasos estudiados y mecánicos, sino de dejarse llevar por las sensaciones que la música les trasmita en cada momento. El bailarín nunca debe buscar su lucimiento personal, ni olvidar jamás el rol que corresponde a su compañera.
A. M. González