La poesía del tango tiene sus precisas e ineludibles reglas de juego, de las que no es posible apartarse sin riesgo de incurrir en una autenticidad o desvirtuación de su definido e inconfundible carácter. Tales reglas de juego conforman una temática y una sensibilidad temperamentalmente ciudadanas, e inalienablemente propias del tango. Y a ningún otro género musical , bien entendido, que no sea el tango. Inversamente, cuando a la música de tango se pretende adaptar una composición poética standard, de esas que encajan anodinamente en cualquier género musical popular sin identificar a ninguno, nos encontramos con que el pretendido tango deja de serlo.
Ante tan peculiar y rigurosa preceptiva cabe aceptar que son pocos – muy pocos- los auténticos creadores dentro de la poesía tanguera. Desde luego, muchísimos menos son los nombres fundamentales de la poesía, que los de la música del tango. Y de ahí, pues, que sigan predominando con inalterable vigencia los clásicos repertorios literarios del tango canción que alcanzaron encumbrada celebridad entre los años veinte y cuarenta. ¡Y para siempre!
Luis Adolfo Sierra – La historia del tango, tomo 18.