Nunca había visto un salón igual. Impecable piso de madera rodeado de mesitas velador en rojo y negro y unas velas que le daban un aire cálido y romántico. Ubicado al fondo se encontraba el escenario donde sonaba una orquesta al más puro estilo D’Arienzo.
Se sentó en un lugar de la sala bien visible y a la espera de que algún buen milonguero la invitara a bailar. Se puso sus zapatos y pidió al camarero una copa de vino que tomaba sorbo a sorbo mientras contemplaba como los bailarines se deslizaban por la pista con elegancia y sensualidad al compás de los tangos interpretados por aquellos excelentes músicos. Entre todos, uno le llamó particularmente la atención. Le había observado mientras bailaba con una linda dama a la que lucía llevándola entre sus brazos con tal delicadeza como si de una figura de cristal de bohemia se tratara.
La orquesta interpretaba el tango Pasional. ¡Como le gustaba a ella ese tango!. Él con un suave cabeceo la invitó a bailar. “…ardiente y pasional temblando de ansiedad quiero en tus brazos morir…” Se sentía flotando en las nubes en brazos de aquel galán milonguero. En ese instante despertó y se dio cuenta de que todo había sido un dulce sueño.